No tenemos memoria.

Y si la tenemos preferimos olvidar. Olvidar es alejarse. Mirar no es contemplar, sino ver lo que queremos. El resto de la escena, se ignora.

Siempre ignorantes, siempre el ego irracional. O el instinto, puede ser. Pero en cualquier caso, sobran más comentarios.

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Mi padre, y el padre de mi padre, viajaron en una de tantas. Con la borda a cincuenta centímetros del océano. Comprimidos, comiendo galletas y sobrasada llena de gusanos. Semanas bajo el abrasador sol del atlántico en verano.
Ahora, cuando vé un Senegalés vendiendo sus tallas de madera, calla, recuerda. Mientras pasea a su perro.

A su memoria llega el recuerdo de que en un país desconocido le dieron una oportunidad. El país creció, se hizo rico en esmeraldas, diamantes y petróleo.

Más tarde sus políticos se lo quedaron todo, pero esa historia está escrita en otro libro.

Esta es otra imagen mítica, el mito del paraíso perdido, el de la tierra prometida. Siempre buscando el país de nunca jamás.

Aquel país desconocido. Una búsqueda que nunca termina.

Y en el mundo irracional, esta isla es devorada. No por los que llegan, sino por los que están. Canarias, ya bajo el pseudónimo de «Paraíso de la Corrupción» adolece de muchas carencias. Siempre bajo la culpa de la distancia.

Excusas. Todo excusas.

Y conversando esta mañana con mi amigo Boriel, la conclusión que ya se ha sabido desde hace cientos de años. Las soluciones hoy por hoy puede que sean irresolubles. Tan solo cuando el ser humano madure, puede que de un paso en su evolución y por tanto hacia adelante.

Mientras tanto, peleas, gritos, disputas, y EGO omnipresente.