Un movimiento que quedó en la memoria. Una postura que se recordaría para siempre.

Y en la pasión de un leve instante, queda el pasado escrito en el presente.

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Hay movimientos, gestos y posturas que no se olvidan. En el teatro sucede a menudo. Coleccionarlos, es uno de los placeres de mi vida. Y seguir al abrigo de tantos viejos documentos, es otro más de tales placeres.

Edith, en la foto, cuenta que jamás olvida este movimiento y ese preciso momento.

Este movimiento quedó impreso en muchas retinas, el movimiento y el espacio en el mundo interpretativo muchas veces es ignorado. Pero la pasión por el movimiento es una de las asignaturas básicas. Sentir, el movimiento, te transporta. «Ser» el movimiento es «ser» consciente plenamente y totalmente del mismo. Sentir el movimiento, va de la mano con toda la filosofía Zen.

Y una vez más, gracias a otro medio, pero por los mismos caminos, somos conducidos nuevamente a regiones de ensueño. A todas nuestras regiones míticas.

Y todo tan solo, por la pasión y el placer de un simple movimiento.