La palabra se hace un hueco necesario, nos hace gozar o sufrir con lo que descubre, nos obliga a asumir lo que somos. Nos hace sentir extraños. ¿Dónde estamos? Es el comienzo, la necesidad de escuchar y confesarnos, lo absoluto y la nada que se escribe en el aire, lo permanente que nos impide ser a medias.

Vivir es contar. Un estremecimiento de la conciencia en el principio mismo de lo que somos. Las palabras nos dan la vida, vida en sí misma, sin por qué ni para qué, desde ningún por qué ni para qué, con todo, desde todo… Quiero compartir mi dicha o mi tristeza, el país de las maravillas, lo normal, hacer milagro permanente lo que solo dura un instante, disfrutar de la aventura del origen, de ser principio y desaparecer.

En Oriente, en una plaza extrañamente nublada, un hombre habla del mar. Solo lo escucha un niño, y las palabras adquieren un ritmo mágico, sonando alegres, cercanas, delicadas, movidas por un viento que respira aliento en agua salada… En un teatro al aire libre el poeta transmite su entusiasmo emocionado recitando con pudor palabras solas. Se oye el ruido de los coches, las risas de los niños que chapotean en el agua de lluvia, la calma de los que escuchan. Unos pasos recuerdan que alguien se aleja… Sentados en una terraza dos jóvenes hablan y se miran, con palabras insignificantes para todos, confundidos uno en el otro mientras atrapan un rayo de sol entre sus manos pegadas. Algún reloj da una hora imposible, y las palabras se levantan, vuelan por un instante, respiran la existencia y los amantes vuelven a ser gracias a ellas…

Desde hace años el encuentro con las palabras en La noche de los cuentos se ha convertido en una puerta abierta a la vida, a los sueños. Las voces, efímeras en el silencio, cuentan y velan por el placer de ser en esos momentos. Niños todavía, le damos forma al deseo y con nuestras risas rasgamos el silencio y desnudamos la hermosura de lo compartido, y nos sentimos otros con las historias que sustentan lo que somos.

Es la voz pura, el recuerdo a través de los sueños, la melodía simple de nuestra existencia.

Pedro Ángel Martín Rodríguez
Escritor y profesor de la ULL