El Mudador
Son sus personajes:
Kalessin, el dragón
Tom, el topo
Edanna, la bruja albina
Mudador
Las furias
Lugar:
El claro de los sauces.
El edificio Románico del retoño del Roble
Prólogo
Llegó con el despuntar del alba.
Plegó sus alas con la eterna oscuridad y al ceder las tinieblas,
pues de las tinieblas se alimenta y en la nada, habita su esencia.
Y de su substancia está hecha la nada.
Mudador llegó claro y preciso,
con una guadaña de oro reluciente
el arma que su madre le diera
bañada en la sangre del inocente.
Para aniquilar toda razón que necesito.
Pude escapar esta vez, una vez más
y si por la razón bien vale el esfuerzo
correría cien veces, mil veces más
pero huyendo no encuentro más
que tenerle por siempre detrás
en esta huida absurda sin sentido
Acto Primero
Escena I
(Kalessin al pie del acantilado)
KALESSIN. Por los dioses que si ha de venir, con mis llamas he de destruirle, que bien vale la vida sin servirle, en este mundo que mi creador me ha creado. Para cumplimentar el ciclo de lo narrado. He de servirle hasta ver el fin. Y si he de repetir el ciclo, bien hallado sea el momento, que mi vida bien vale un suspiro, si he de renacer y morir, en el cumplimiento de lo pactado, por el dios de los cuentos en la tierra ha logrado.
Ahí, quedamos nosotros, para surgir de la tierra en un parto de aves de otoño. Si lo escrito en este cuento ha de ser así. Moriré con un sí, en mis labios, y en mi garganta el frenesí. Del fuego que ha de abrasar todo cuanto dañe a mi señor y amo. Que no es amo, sino del verbo amar, y esa es la única verdad, que queda al pie de este acantilado.
Y veo una sombra retroceder con el alba, y bien sé que de la nada el proviene, y de la oscuridad ha de venir, aquí guardaré al retoño hasta el final. Tanto de buen grado, como si no conviene.
(Aparece Tom)
TOM. ¿Y quién es él? que de terror todos espanta, que hasta yo mismo cavaría el más profundo agujero en esta tierra bendita. Por solo escuchar su nombre.
KALESSIN. Mudador le llaman, libre de la rueda que gira y a la que todos nosotros estamos sujetos. También llamado Cronos, señor del tiempo. El creó a los dioses del Olimpo, al segar con la guadaña de su madre Gea, las entrañas de Urano que en su lujuria, la violara sin cesar, creando la prole de monstruos, que yace sobre la tierra. Y de los Dioses el hombre proviene, pero locos por este acto. Y como los hombres están locos, corren como bestias enloquecidas por el mundo. Mudador los apalea y los espuela, con su vara de madera ensangrentada. Pues odia al hombre sobre todas las cosas, y por él los hombres están rodeados de locura. Permitiendo así, que el mundo siempre permanezca en su demencia.
TOM. Es siniestro este demonio, no sé si nacido de Gea, o de madre de hombres sin tino, solo sé que todos aterroriza, y yo no soy menos, que no conozco de tales locuras, pues en mis sauces siempre la paz, es la bendición que me trajo Gea. La madre de toda la tierra. Y si con él me he de encontrar, lucharé porque el viento en los sauces, jamás deje de soplar.
KALESSIN. Eres mito como yo, y en este momento de angustia, no hemos de separarnos, pues cuando llegue la locura, será nuestro peor adversario. Ve adentro ahora, que yo he de guardar, como guardo las fronteras, todo cuanto me fue ordenado. Que con sumo grado resguardo, de todo lo que amenace nuestro viento añorado.
Pues el viento ha cesado, y mi angustia crece, si el otro viento no sopla, la cordura se desvanece. En este reino de sueños, de mitos y de cuentos sin narrar, y de todo cuanto ha sido contado.
Ve.
Escena II
(En el interior del edificio del retoño del roble. Mudador vestido con pantalones oscuros, botas, camiseta, una cinta roja en el pelo, y una bolsa de costado, que siempre lleva consigo)
MUDADOR. Con la nada he llegado, al confín del mundo, de este otro loco al que he de fustigar. Pero no tengo rama ni palo, con el que golpear, al loco en su morada, y ¿Dónde ha ido por cierto? ¿Se me habrá vuelto a escapar? (riendo)
¿¡Por qué huyes de mí!? Si todo cuanto te ha de pasar ya lo he decidido y decretado. Mira, te pareces a mí, vestimos igual, soy tu semejante.
¿Es que acaso no ves, que somos iguales?
Nuestro rostro, nuestras ropas, y hasta ese pelo desaliñado que tanto te cuesta ordenar. –Ven pequeño alfeñique, dale la mano a Mudador.
Ah!, veo que no estás, y yo sin mi vara. Pues habré de procurarme una de este pequeño roble que aquí crece, de su madera parece, que buena sangre va a brotar.
(Saca un cuchillo y corta una de las ramas del retoño del roble, la madera comienza a sangrar. Fuera, se escucha un rugido de dolor)
Buena sangre parece, la de la albina sin duda, que me parece que aquí habita la maldita bruja, y seguramente le ha advertido, al que todo lo sabe sin haber llegado.
(La puerta se rompe en pedazos, entra Kalessin, con una profunda herida en el costado)
KALESSIN: ¡Detén tu mano maldito por las furias! ¡Parricida! las benévolas te buscan, y veo que no te han hallado, ¡y han de ser ellas las que te den muerte! y si no, yo mismo. (Jadeando)
MUDADOR. Yo solo veo un dragón herido, que pierde las escamas. Un pollo sin su madre, al que un gato acecha.
KALESSIN. Muy pronto has llegado y a traición entrado en el edificio, donde no has encontrado lo que viniste a buscar. Pero nos has encontrado a nosotros.
MUDADOR. Da igual polluelo, lo que vine a buscar lo hallaré pronto, mientras tanto, tengo asuntos que solucionar. ¡Vosotros!
KALESSIN. Si, así ha de ser, ya sabía. Pero no sabes quién mora aquí, además de mí. La que nunca dejó de amar. Y contra la que nada puedes hacer, pues de amor está hecha su esencia, y contra eso no tienes poder.
MUDADOR. Tengo sorpresas ocultas, algún dios en una botella, y unas amigas que presentarte, si vives para que yo decida, si quiero o no quiero, pues tu vida es mía, pequeño dragón de cuento. Y tu cuento ha terminado aquí.
(Mudador rompe otra rama, otra profunda herida, se abre en el cuerpo de Kalessin, que ruge de furia y sangra)
KALESSIN. Tú hiéreme con tu guadaña, bastardo de Neptuno, que yo te voy a enseñar, lo que un dragón puede crear, de su mismo aliento.
(Kalessin exhala una llamarada inmensa de fuego abrasador, el fuego no toca al retoño del roble ni objeto alguno de la morada del roble, pero envuelve al Mudador, que arde por completo)
Y así está dicho, que del dragón el fuego emana, el fuego que toca tan solo, lo que el odio y la furia le señala.
MUDADOR. (En llamas) ¡Ah! ¡Socorro me quemo! (burlón), pero, ¿qué es esto? si tu rayo no me alcanza. No siento dolor, pequeño. ¿Qué harás ahora? ¿Arrojarme tus escamas? Estúpido come fuegos carmesí. Tus llamas escupidas como diente roto se han ido, nada me hacen ni provocan, tu esfuerzo de nada sirve, porque el señor del tiempo soy, y nada puede conmigo.
KALESSIN. Así sea pues, que si he de acabar contigo, que sea en mis dientes, triturado hasta que enseñes tus huesos, al viento huracanado. (Corre a por él)
MUDADOR. (Parte otra rama del roble) Mira, estúpido avestruz, como con una sola mano, devoro al dragón, que una vez vigiló las islas, de un mundo que sin mi permiso fue creado. ¡Donde estaba la nada debía estar yo!
(Kalessin se agita de dolor, estremecido y sangrando por múltiples heridas)
Muere pequeño dragón y húndete en el abismo. Que del abismo soy señor, y allí te recibiré con impaciencia. Tengo una bestia en mi vientre, con dientes más afilados que los tuyos, y cogeré alguno de tu boca, para formar una hilera, con la que masticarte con placer. Muere ahora, y ríndete a tu señor, que no has sabido defender, lo que te estaba encomendado. ¡Já! pobre dragón, destrozado, por una ramita de árbol. ¡Cuánto honor! ¡Cuánta dicha! morir triturado por la mano del ¡Mudador!
(Kalessin, cubierto de heridas, bañado en su propia sangre, cae postrado, sus escamas comienzan a caer, y su mirada a perderse, ciego y sin equilibrio, exhala con su aliento, la última llamarada. Pero el fuego cae, cerca de sus pies, muerto como él, por el quebrar de una rama. Con un estruendo cae de costado, jadeando de dolor, y su llanto, interno le dice, que su muerte ha llegado)
KALESSIN. Si de la aurora y del ocaso, fui guardián en este reino, que mi abrazo, abarque el firmamento, pues morí en la lucha, y de la lucha el quebranto se lleva mi esencia, a donde quiera que vayan las almas de los dragones.
Mi noble señor, te he fallado, ¡corre raudo y aléjate de aquí! Que al menos el tiempo te hemos dado, para que puedas ganar distancia. Y recuérdame siempre, como tú más fiel amigo. En la distancia que reina entre los dos mundos, el de la realidad, y el mito que aquí has creado con tu poder. Yo me quedo aquí, tu escapa mientras puedas, y que mi amor te llegue, allí donde estés, pues desde la oscuridad, siempre permanecí a tu lado. Y mi amor, contigo te lo has llevado para siempre, estar contigo. Hombre y Dragón, como antaño, se forjó el mundo. Y como ahora, el dragón muere, para darle paso al hombre, con amor eso sí, por todo cuanto has forjado aquí.
(Kalessin cae, con un estruendo, y expira)
MUDADOR. Qué fácil terminar con todo lo que creaste, ¡Mira!, ningún esfuerzo me ha costado, destruir en un momento, todo lo que sin permiso, dibujaste en tu mente, y la locura es tu suerte, para eso he venido aquí. Y no me marcharé, hasta que enloquezcas totalmente.
(Edanna, la bruja albina, aparece desde una esquina, con una túnica blanca, radiante y hermosa, mirándole fijamente)
EDANNA. Eso si la suerte te acompaña…
Acto Segundo
Escena I
(Edanna, Kalessin muerto, Mudador, y el retoño del roble. En el interior del edificio.)
(Truenos y relámpagos, una lluvia cae a través de la bóveda del techo descubierto)
MUDADOR. Pero si es la pequeña zorra, que él se inventó para no estar solo. Creía que era locura, hasta que vi que de un sentimiento, nacía la cordura.
EDANNA. Algo que tú no tienes.
MUDADOR. La cordura es algo vuestro, que yo me he de llevar, porque en la creación no pensé en tales cosas. Y cuando vuelva a gobernar, le extirparé al mundo tal gobierno. Que sin mi decisión, optó por llevar.
EDANNA. Solo conoces la locura Mudador, porque estás solo, y solo morirás. No por mi mano, porque bruja soy del conocimiento el porvenir y la ilusión. Y aquello que llevas encadenado, la muerte te dará de regalo.
MUDADOR. ¡No conoces nada de mi poder bruja! Que aquellas que me buscan, encadenadas las llevo, para permitir mi voluntad, y todo lo que quiera muerto. Son mis prendas de sabiduría, a ellas llevo con cadena y bozal. De mi cuchillo corto varas, para fustigar al hombre que se atreva a crear, lo que yo no consiento.
EDANNA. Y con la vara te habrán de empalar, en un campo ensangrentado, porque lo vi, y de mi mano, brotará la llama que te dejará un buen recuerdo. Si te atreves a dañar, que lo has hecho, lo que él ha creado, has de pagar, como pagarás por lo que has hecho.
MUDADOR. Tú solo sabes hablar, y me extraña que hables pues te hacía en tu lecho de ramas. ¿Cómo es que la bruja encadenada al roble anda, camina y habla?
EDANNA. Yo decido andar y ando, cómo, con quién y cuándo.
MUDADOR. Muy lejos no llegarás que por mi mano o las de detrás que llevo conmigo, harán para ti un camino corto. Uno o dos pasos no más.
(Y blandiendo el cuchillo, le hace un corte a la vara que ha cortado)
EDANNA. Vaya, parece que tus caricias retroceden a mis palabras. Pobre Mudador, que ya no muda, sino medra en fútiles intentos preso de su furia. Y no sabe más que odiar todo lo que le rodea, por el simple hecho de que él no decidió que existiera.
Los eternos fueron sabios Mudador, negándote hasta el sueño, con el que bendijeron al hombre y su capacidad creadora. Tú no creas, escupes.
(Y levantando los brazos en un gesto arcano, Edanna invocó su poder. Zarcillos de luz como tentáculos la rodearon, zigzagueando en el aire, y con un restallar de látigo, azotaron a Mudador como un relámpago)
MUDADOR. ¡Maldita!, me has herido el rostro. (Sangrando por su mejilla derecha)
EDANNA. No pretendo herirte el rostro, ¡apuntaba a tu orgullo!
(Vuelve a dirigir los zarcillos hacia él, cortándole la mejilla izquierda)
De abofetearte no cesaría, pues lo peor del hombre eres tú, y con la osadía de tu orgullo me meto, que no es orgullo sino estupidez. Mudador, ¡sal de aquí y márchate! Cien veces te expulsamos y cien veces cien apaleado saldrás de estos lugares. No cabes sino en ti mismo y tu egoísmo, no hay espacio para dioses locos ni patanes que solo saben vomitar maldiciones.
MUDADOR. Me cortas la piel apenas, bola de nieve, para ti tengo un regalo, que ni los condenados merecen.
(Mudador cierra los puños, y rompe la vara de roble, su sonrisa enloquecida se torna rojiza en la mirada. Y de su espalda, una sombra resurge de la propia sombra. La forma crece en altura, con las medida de tres hombres y en verdad son tres, pues de la nada surge, la figura de las tres. Tres mujeres, las tres desnudas y de piel verdosa. El rostro oscuro donde solo asoma una mirada mortal y amenazadora. Las furias aparecen tras él)
¡Mira! Maldita bruja, lo que traigo conmigo de presente, para que por la mano de tres te retuerzas en agonía, y me pidas clemencia tres veces.
EDANNA. Estás loco, has encadenado a las furias, tus propios verdugos, ya te avisé, pero los locos son los que han perdido todo menos la razón.
MUDADOR. Te das cuenta, nada pueden hacerme, que por mi crimen encomendado darme muerte, tenían pues así clama el universo justicia. Y en mi mano las llevo de la correa, para que cuando mueran, yo tomar tal relevo. Y así castigar de mi mano todo lo que ha hecho el hombre, dios o criatura sin mí haberlo ordenado. Solo matan a los parricidas, a los que incumplen sus promesas, a los que pactan con ellas, como yo, todo cuanto decida.
¡Y ahora Bruja albina, llega tu momento! pues así gobierno contra los que como tú, han nacido sin mi consentimiento.
(Las furias, tres mujeres en una, con cuerpo de monstruo y cabellera de serpientes. Miran a Edanna fijamente. El brillo de su mirada es mortal. De sus cuellos prenden tres collares de perro que uniéndose a una cadena, termina en la mano del Mudador. Una de las furias, es joven, y lleva un ovillo de lana que va hilando formando hilo. La segunda, de edad madura. Enrolla el hilo en un carrete. La tercera, anciana y de piel fláccida, coge el hilo del carrete, y en la otra sostiene unas tijeras de oro.)
¡Corta vieja! la vida de esta hechicera de piel pálida. ¡Que yo vea su tormento!
( La mujer anciana, corta el hilo, con un golpe seco de las tijeras)
EDANNA. ¡Ah! Las benévolas prisioneras del hijo de Urano, el loco parricida al que deben dar muerte, esclavas de su voluntad. Ya vi este futuro y lo vivo en el presente.
(Palidece, grita de dolor agudo, sujetándose el vientre, y un hilo de sangre brota al momento de su boca, cayendo en el suelo, cae postrada, sujetándose el vientre, queda ciega, y con la mirada vacía)
Mudador, te lo he advertido, de este crimen habrás de pagar, y cien veces suplicarás perdón, cuando de tu propia cadena, el perro muerda al amo. Te maldigo y te digo ahora, que nada de cuanto hagas, dará resultado. Pues el abismo insondable te espera, para acoger a la bestia que eres y a donde perteneces.
MUDADOR. ¡Pídeme clemencia pequeña ramera, y tu fin será digno y no arrastrándote como una pordiosera! Mira a tu alrededor… ¡Ah! si no puedes ver, pues entonces te susurraré bajito que tu arbolito se pudre y muere, pobrecito.
(El retoño del roble, se marchita rápidamente, pierde las hojas, secándose por completo, en unos segundos es un árbol reseco y muerto)
EDANNA. (Con la mirada perdida, y la expresión trastornada) Me habría venido bien una magia de fuego con la que quemar, al loco del universo que nació de Gea, en un momento en el que el universo enloquecía.
-¿Dónde estás vieja amiga, con tu fuego en las manos, y el hielo en tus entrañas?
(Llorando) -Dama blanca ¿Por qué ahora me has dejado sola? ¿Dónde estás?
-¿En una casa de muñecas quizás?
– ¿En una casita de cristal de cuarzo? ¿Un príncipe te regaló en tu cumpleaños una carroza real?
-¿Donde fuiste con tu magia que este mundo ya no habitas? ¿Por qué dejaste a la albina sola? y sin tu alegría…
– ¿Te regalan bombones para que no hagas magia? o por el contrario es tu magia la que crea los dulces días a tu alrededor…
– O es quizás que buscas medias de conejitos… flores y ositos… de peluche… para jugar, a que no hay mundo sino el de una casa de muñecas, donde hacer el té, con las muñecas, y servir, pasteles de crema.
– Si en el momento de mi último aliento, no has querido quedarte, yo te digo adiós, en el instante de mi último suspiro. Suspiro de una mujer que te quiso como ninguna mujer supo. De todo, solo queda el recuerdo, constante…
MUDADOR. (Riendo) Has enloquecido muda albina, que ya no hablas palabras sino locuras de las mías. Pídeme perdón, ¡Ahora!
EDANNA. A ti solo te maldigo, que no eres más de lo que mide el grosor de una uña. Y te vuelvo a maldecir. No eres más que nada pues de la nada procedes. Y a la nada volverás, te lo aseguro ( dice sonriendo) y de allí a donde volvieses no habrá más de ti que nada.
-Y lo único que ruego es al que llora por mí y crea todo esto en este preciso momento, que no me traiga de nuevo al mundo. Que todo cuanto pude hacer por él lo hice. Y lo hice bien. Queda mi amor, en estos lugares, en este Lavondyss que creamos juntos, escritor. Que en el segundo acto tenía que terminar mi vida de sueño. Y así ha sido, te doy las gracias, porque si de mi vida te he dado mis momentos, tú me has dado la vida con tu aliento. Y dejas que me lleve lo que más adoro. Mi honra y mi orgullo. Mi amor, por todo lo que he amado, que ha sido mucho y lo abarca todo. En este mundo y en el otro. Amar, siempre fue mi mayor tormento pero mi dicha siempre, y mi delicia. Y jamás lo lamento. Que quede mi amor en ti y en todos. Mi honra y mi orgullo, me las llevo conmigo.
(Edanna cae suavemente, sin ruido, y muere)
Acto Segundo
Escena II
(Mudador, en el exterior del edificio, el edificio, se resquebraja y se derrumba lentamente)
MUDADOR. Y así queda todo cuanto has creado, ahora voy por ti y como sé qué ventaja me tienes tengo para mí unas alas para volar.
(Saca una botella de vino medio llena, en el líquido, nada un hombrecillo)
¡Mi querido Hermes, el que corre en varias direcciones a la vez! (riendo) te tengo para estos casos en lo que la distancia de la mente es extraña, pues ahora contigo correremos en las distancias de este bosque extraño.
-Y te encontraré, ermitaño de tu propia mente. (Dice con cólera) Hombre y engaño. Para que seas mío, y te vengas conmigo. A un lugar que te tengo reservado desde los días de tu sueño cuando anduviste durmiendo, te encantará, lo llevas siempre en el recuerdo.
(Y como un borrón, se marcha, desapareciendo en varias direcciones a la vez)
Epílogo
Y así, termina la historia de la bruja Albina de este cuento.
Un cuento que es largo, pero que de ella ya no habrá renacimiento.
Que siempre supo amar y amó hasta la propia nada.
Y si amando murió por nada
de su amor llenó los corazones
sin saber amar a medias
nada recibiera a cambio de sus dones
La que tuvo sueños de glorias
y de batallas perdidas
y en lo alto de las colinas
le cantaba su amor a los vientos
y por su independencia como personaje
de amar logró vivir su propia vida
Y gobernarse sin que escritor
le dijese jamás que decir en ninguna narración.
Vivió la vida que no supo vivir su creador
en ella estaba la vida misma y su amor incansable por los cuentos.
Y no termina la historia sin contar
que en algún lugar remoto del bosque
sucedió que hubo un parto de pájaros
del tronco hueco de un roble.
Gracias Fernando, los escasos momentos que viví junto a Edanna fueron muy divertidos y entrañables, y además debo añadir que por su existencia me permitió conocer a la persona que se escondía detrás, a la que sigo poco a poco conociendo. :)
dentro de una botella, apareció un hombre encima de una nube… pero quién me va a creer?? y por más que busco en internet, no encuentro a nadie que le haya pasado lo mismo!
Creo que se llamaba Hermes.