La última vez que estuve en Canadá, una buena señora de clase alta, me miró con condescendencia y una mirada entre lánguida-apenada al enterarse que vivía en Canarias. La mujer, ceñida en su traje con falda clavada al estilo «fiscal chase» me imaginaba correteando sin zapatos por las calles embarradas y sin alumbrado público de una España enterita enmarcada en un decorado de la posguerra.

La realidad de España depende del mundo que cada uno tiene de su propia realidad. Y la realidad para el exterior es muy diferente de lo que imaginamos. Aunque eso sí, en muchos casos, se abusa del arquetipo sin compasión y conscientemente, buscando exclusivamente el decorado típico como recurso para lograr un ambiente fácil y rápido sin complicaciones. Tal y como se suele hacer con México, o muchos lugares de oriente.

Alterar la realidad, sea por ignorancia o premeditadamente logra que lo que creemos real, no sea más que un espejismo. Lo que pasa, que normalmente a nadie le importa.

Hasta que de vez en cuando, surgen escenas que levantan los ánimos, como ha sucedido hoy con la escenita de la serie «The Unit» donde parece que el caudillo está a punto de aparecer saliendo de un café abanicándose por el calor tropical.