Pablo Albo les cuenta:

No sé la de años que se viene haciendo la Noche de los Cuentos. Para mí es un acontecimiento ancestral, antediluviano. Los historiadores quizá digan que no tanto, que empezó en el nosecuandos después de Cristo. Pero nunca negarán que lleva una trayectoria larga e intensa.

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Me acuerdo que conocí allí a Peter Pan, ese inmaduro. Lo tenía leído, pero me hizo ilusión verlo, tan guapo, tan en persona. “¿Qué tal Peter?”, le dije. “Se dice Piter”, me contestó.

Este año irá… ese tarugo mentiroso… ahora no recuerdo del nombre.

Y más gente acudirá, no crean. Personas de muchos lugares y ocupaciones. Hasta cuentistas profesionales habrá, para que se hagan una idea.

Y el protagonista es… vaya, hombre, ¿cómo se llamaba aquel madero tallado narigón? Bueno, luego les digo.

Yo estuve dos veces cuando era pequeñito y ahora, mira, les invito a ustedes.

Pero vayan pronto que no caben todos. Recuerdo ríos de gente a la puerta.

Vayan si quieren escuchar historias, porque hace falta mucha gente para construir un silencio colectivo. Acudan si quieren sentirse muchos y uno solo al mismo tiempo escuchando cuentos de personas que les mirarán a los ojos. Concurran sin temor, que los cuentos llenan, pero no engordan. Asistan que allí estará… Pinocho.

¡Eso, sí, así se llama! (“En italiano se dice Pinoquio”, quizá les diga).

Vayan sin miedo, que por escuchar mentiras no crece la nariz… aunque maduran los oídos (eso es bueno).

Yo no podré estar. Ustedes no se lo pierdan,

Ah, y no se dejen en casa el silencio ni las orejas.

 

Pablo Albo

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