Los niños salvajes
Entre un revoloteo de hojarasca y los últimos rayos de sol arrastrándose a través de los árboles, llegaron los niños salvajes. Iban prácticamente desnudos, cubriéndose con lo que habían encontrado en sus vagabundeos y que ellos consideraron que servía de atuendo. El que fuera digno era el menor de sus problemas. Algunos llevaban una camisa raída, una camiseta o una manta. Uno, dos zapatos, daba igual, y buenamente se cubrían de cintura