Las tierras de poniente
A media tarde divisé en el horizonte la tormenta eterna. La que conducía al largo e interminable invierno. Tras recoger tres pequeñas piedras y frotarlas suavemente una contra la otra, el páramo apareció ante mí. Miré hacia atrás y la calle había desaparecido. Nueva Ámsterdam y sus tiendas se habían esfumado, quedando ante mí, las largas llanuras de las tierras de poniente. El territorio donde contínuamente, se ponía el sol, caminaras lo