Notas y diario personal.
Todas las fiestas del mañana
Levanté la tapa de metal, no tenía ni medio codo por otro tanto. En su interior, el fango, se revolvía. Un lodo con vida propia, blanquecino y pestilente. Lo sabía, en algún otro lugar lo sabía, otra vez... Introduje la mano en el légamo viscoso. Más y más, hasta más allá del codo, el antebrazo se sumergió también, un sudor frio recorrió mi espalda. Gusanos blancos y diminutos habitaban el lodo, estaban