En el país, los granjeros siguieron trabajando como siempre durante el día, pero al anochecer cuchicheaban junto a las chimeneas y por las noches soñaban.
Poco a poco, alimentados por esos cuchicheos y esos sueños, los árboles del bosque crecieron, las zarzas se espesaron y las verdes culebras anidaron en los troncos. Entonces el castillo se reconstruyó a sí mismo, las nubes se enroscaron en sus almenas y torres, y Ella regresó para proteger las casas y los campos de los granjeros, arrebatándoles a cambio a sus hijos; cuando llegaba la hora los enviaba a buscar, y los niños se internaban en el bosque y se perdían.
Nunca más volvió a nacer una niña tan hermosa como Fara, Ella, puso buen cuidado en que no volviera a suceder.
Peter Dickinson (Los Sueños de Merlín).
Los pocos que conocen sus tierras y tienen la suerte de conocer sus mapas, comentan que el continente central en Dyss se asemeja al Gran Dragón de Bronce luchando contra el Pájaro Grifo de los territorios inferiores. Pues esa es la forma que recuerda Dyss contemplándola igual que se contemplan las nubes del cielo, intentando vislumbrar formas fantásticas en ellas.
Sean o no dos bestias luchando, lo cierto es que más veces de las que resultan tolerables, la tierra se sacude en terroríficos temblores, como si las mismas fauces del mundo pugnaran en su lucha por ocupar un lugar sobre todas las cosas, a la luz de las estrellas.
La Tierra de Dyss, o simplemente Dyss, constituye una enorme masa de tierra, que en términos generales resulta un tanto fría, quebrada por una enorme grieta que transcurre de norte a sur, atravesando el continente y dividiéndolo de forma transversal. Pero el nombre de esta masa de tierra en concreto se aplica también al conjunto del mundo al completo. Aquellos que denominaron así a su mundo poco sabían de los misterios que se escondían más allá de los océanos y quisieron poner un nombre a la hermosa tierra que se extendía ante sus ojos hasta el horizonte. Por tanto, cuando hagamos uso del nombre de Dyss nos estaremos refiriendo principalmente a la masa de tierra central, y aunque denominemos el mundo al completo con el mismo nombre lo señalaremos en cada caso, o se hará uso de otras denominaciones para el mundo en su conjunto, a fin de facilitar la comprensión del texto.
Dyss decide, ordena y desordena sus tierras; y todos sus habitantes (o casi todos) lo aceptan como algo cotidiano. Tan cotidiano como que sale el sol cada mañana y que hay un día de cada estación en que precisamente el sol ese día, no sale ni se pone por ninguna parte (*ver calendario).
Alrededor del continente central de Dyss el mar circundante rodea toda su periferia. Se trata de un mar extremadamente profundo y peligroso, plagado de tormentas e infestado de criaturas “guardianas” que, aparentemente, intentan impedir que los viajeros se alejen demasiado de las costas de Dyss hacia las lejanas tierras de “La Barrera de Conundrum”. Nombre que recibe el anillo de tierras que rodea por completo a la masa de tierra central; y que tiene denominaciones específicas dependiendo de si se trata de su región meridional o de la zona septentrional.
Antaño este profundo océano no existía, coexistiendo la tierra con el agua de manera que la primera triunfaba sobre la segunda. Y es que Dyss, en sus orígenes, se trataba de una vasta extensión de territorio de miles y miles de millas hasta que ésta comenzaba a desdibujarse al pie de los abismos de las zonas blandas, allí, donde la realidad empieza a convertirse en caos, y donde todo lo que es conocido comienza a desvanecerse.
La tierra se extendía entonces libre de impedimentos, y sus seres podían desplazarse sin obstáculos de un borde del mundo hasta el otro, si así les parecía bien. Algunos mares había sí, hogar de criaturas acuáticas y con brisas amables que invitaban a contemplar las aguas desde sus orillas. Salpicaban entonces las tierras aquí y allá, como enormes lagos que se tornaban mares en su denominación más precisa, si así se prefiere.
Pero Dyss hizo una vez más, deshaciendo tales libertades y, en su deseo de salvaguardar a sus criaturas del terror del borde de los abismos, los circunscribió al actual continente, abriendo una barrera natural de impedimentos a lo que pusiera en peligro la vida de este mundo cuajado de bondades. Las criaturas quedaron confinadas en Dyss central y un profundo y peligroso rio-océano estableció la primera de las fronteras, elevando Dyss una segunda, y quizás la más mortífera, en el borde de las tierras que se encuentran más allá. Esta segunda frontera consiste en la desproporcionada elevación de las costas de estas tierras hasta alturas imposibles, donde la nieve y los hielos tienen la misma edad que las mismísimas edades del mundo.
Al sur del continente central de Dyss se abre pues el único mar que se adentra en la masa de tierra de manera realmente significativa. El estrecho que hace de vía de entrada se encuentra flanqueado por unas gigantescas esfinges, que con más de novecientos pies de alto, vigilan desde las costas el brazo del océano que penetra en la masa de tierra, formando después lo que se conoce como el "Mar del Cristal".
Más allá, rodeando en una suerte de espiral la península que una vez fuera la región más próspera de las razas conscientes, este aventurado trozo de océano termina plácidamente en una zona de aguas tranquilas y protegidas. Una región que ahora yace en el olvido de sus desaparecidos habitantes, al cuidado de los (con frecuencia airados) espíritus de sus antepasados.
Y es que Dyss, en su mayor parte, se trata de una tierra muy deshabitada por seres humanoides conscientes, a la vez que muy celosa por protegerlos de los peligros que se encuentran en las zonas próximas al borde del mundo, allí donde éste se desvanece.
El brazo de mar interior, tal como se ha dicho, termina plácidamente en bahías y mares internos. Lugares donde muchas civilizaciones se asentaron, crecieron y prosperaron a las orillas del "Mar de Edith" también llamado el "Mar de Oro”; y donde llegado el momento, se extinguieron, desapareciendo y dejando tras de sí los ásperos huesos de sus ruinas, completando así su propio ciclo.
La Tierra de Dyss está dividida por una enorme grieta que, con el paso de las eras, la divide más y más en dos partes. Ya el agua de los cauces, los lagos y los mares se han ido encargando de llenar este hueco en el eje del mundo. La cicatriz se extiende desde el norte remoto, siguiendo una tenue "S", hasta desembocar precisamente donde termina la espiral que conforma el brazo del mar interior, justo en el "Mar de Edith".
Muy posiblemente este mismísimo brazo de mar sea a su vez una parte mucho más ancha de la enorme cicatriz. Con cada movimiento de las profundidades de la tierra, "la cicatriz de Erin", que es como se denomina a la colosal grieta del mundo, aumenta, cambiando con frecuencia los detalles de esta parte del mundo.
Algunas zonas de Dyss son “Regiones cambiantes”. Esto significa precisamente lo que quiere decir, o sea, cambiantes y mutables. La Tierra de Dyss" en general es caprichosa, sí. En todos los rincones mantiene la peculiaridad de poder sufrir cambios rápidamente, pero aquí es inimaginable cómo de caprichosa puede llegar a ser. Muchas veces regiones enteras desaparecen, transformándose, para volver meses o años después, en ocasiones, a su forma original.
El porqué de estos cambios es un completo misterio. La única verdad es que es la voluntad de Dyss.
En cualquier caso la tierra es todavía cartografiable, pues tiene una forma definida, por lo general, a la que regresa normalmente tras un tiempo, como si ese fuera su estado nativo original. Además, estos cambios suelen ocurrir a pequeña escala en regiones pequeñas.
Los cambios de morfología no funcionan así sin embargo en las “Regiones Cambiantes”, que se encuentran principalmente en el Norte, con algunas excepciones aisladas en puntos dispersos por toda la geografía. De estos parajes se conoce una orografía general, pero su forma ahora, antes, o en la próxima estación es una incógnita. Las regiones cambiantes están sujetas a alteraciones morfológicas con mayor frecuencia, constituyendo los mapas allí una guía meramente aproximada, más con la idea de reconocer los cambios y guiarse por ellos, usándolos como puntos de referencia, que como mapa de orientación en sí.
Las regiones cambiantes son a su vez las que mayores alteraciones sufren de su tiempo relativo, alterándose rápidamente el paso de los granos de arena en el reloj o por el contrario, ralentizándose de manera dramática.
Son éstas pues regiones a las que se debe tener un buen motivo para visitar, resultando un enigma intrigante el averiguar qué asuntos pueden llevar a cualquiera a adentrarse en ellas. Y aunque se conoce la existencia de habitantes en estas zonas, éstos están desde luego adaptados a las peculiaridades de esta región, "fluyendo" de forma literal a través de los cambios. El viajero no nativo de estos parajes ha de tener mucho cuidado en estas zonas, que además no son precisamente de pequeñas dimensiones en cuanto a su extensión.
Y para ir finalizando, más allá del “Mar Circundante”, muy lejos de la costa, miles de millas mar adentro, un gigantesco cinturón de tierra helada rodea el mundo conocido. Tras éste comienzan, sin saber ni dónde ni cuándo, "Las Zonas Blandas" de la tierra de “Conundrum”.
Allí la realidad empieza a "desgastarse" convirtiéndose la hechura de las cosas en algo tenue y desmadejado. La realidad, un término motivo de importantes discusiones en Dyss por todos aquellos que conocen y quieren saber más, en Las Zonas Blandas empieza a convertirse en "una muñeca rota" con todas las consecuencias. Pero aunque parezca imposible, al igual que en las Regiones Cambiantes, hay habitantes en las Zonas Blandas; de una naturaleza, eso sí, que escapa a la comprensión de la mayoría con la excepción de unos pocos.
El fin del mundo lo llaman algunos, el límite de las cosas lo llaman otros. Lo que es cierto es que si existe la gigantesca catarata fantástica que delimita al mundo, y de la que todo el mundo habla pero que nadie ha visto excepto aventureros con mucha imaginación, desde luego que se encontraría aquí.
Porque sí, el mundo se acaba, y lo que no se sabe muy bien es si se acaba aquí o si existe un mundo nuevo y floreciente, poblado de criaturas, más allá de las misteriosas tierras de Conundrum. Ancho cinturón de tierras heladas que, más allá de las grandes barreras montañosas, circunscribe al mundo de las tierras de Dyss.
Si existen más tierras, cosa probable sostienen muchos, deben encontrarse más allá de este vasto cinturón de tierra helada, frontera natural del mundo conocido. Pues en algunas zonas no se tiene constancia de haber encontrado vestigios de Zonas Blandas, existiendo tras la enorme barrera de hielo una vasta extensión de tierras que se extienden, inalteradas, hasta que se agotan las provisiones, la paciencia y la cordura de los escasos exploradores que se adentraron alguna vez en ellas.
Lo único seguro es que si hay más tierras, el mundo se terminará igualmente después de aquellas. Y esto es una verdad que no tiene discusión.
Tarde o temprano en este mundo mítico de Dyss, el mundo se termina. Ya sea desdibujándose la realidad, rompiéndose la existencia poco a poco en fragmentos más y más pequeños; ya sea volviéndose gradualmente más tenues las tierras existentes para desmañarse totalmente como un borrón al final; o bien, concluyendo en una catarata ensordecedora y rutilante al borde mismo de las estrellas de la noche. Da igual, los espacios del mundo se terminan en algún momento.
Desde luego nadie quiere indagar sobre ello, aunque ten la seguridad de que más de uno estaría dispuesto a averiguar la verdad y a embarcarse en una aventura de tal magnitud. Aún a riesgo de disolverse en el olvido, desmadejarse como un ovillo o de precipitarse por el borde del mundo, cayendo infinitamente hacia las estrellas.
Un final muy al estilo de la atmósfera a la que aquí estamos acostumbrados.
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