Puede que un ensayo sobre el auge de la cultura del juego en la era digital
Que vivamos inmersos en una plena cultura digital ya no se le escapa a casi nadie. Con excepción de los que de todo esto no quieren saber nada, de los que en verdad no saben y los que no quieren saber (y ojo que no es lo mismo), el que más o el que menos conoce las posibilidades de la tecnología que hay disponible para el consumo de masas. Que en todo momento tenga en el bolsillo/bolso un dispositivo que me conecte a la red y sea capaz de comunicarme con cualquiera tiene que lidiar con la siempre lamentable costumbre de que mientras estemos cenando tú prefieras consultarlo antes que querer mirarme a los ojos. En síntesis, una nueva forma de comunicarnos, trabajar, disfrutar del ocio, de jugar y de relacionarnos ha transformado y condiciona nuestra forma de vivir, de hacernos felices y, por qué no, de fastidiarnos mutuamente de formas nuevas y mucho más sofisticadas.
Con múltiples acciones articuladas con y alrededor de nuestros dispositivos electrónicos, este modo de vida que ya perdió el olor a nuevo hace algún tiempo trae un hecho consigo que, si uno se detiene a estudiarlo con detenimiento, resulta fascinante: la importancia que toma en esta era el juego. Y lo hace tanto de forma abstracta como general. Abstracta en el sentido de que este auge ha traído consigo todo un nuevo campo de estudio; general en cuanto a que podemos hablar de un tipo de juego específico, como pueden ser los videojuegos y, por supuesto, de los juegos de mesa y de rol.
El desarrollo de la industria del videojuego ha despertado un interés académico por la materia. No es para menos, en algunos casos ya mueve más dinero que la industria cinematográfica. Nunca hasta este momento se ha avanzado tanto en este campo, y lo que había ha sido debido a otros intereses como la teoría económica o la estrategia militar. Hay otros campos del conocimiento, como la Psicología, la Sociología o las Ciencias de la Información que se han detenido en algunos aspectos, como el funcionamiento del cotilleo (todo un juego social que llega a un grado de sofisticación tan insólito como fascinante) o la propagación de los rumores. Temas que podían encontrarse al abordar un estudio avanzado de estas materias. Pero la investigación motivada por el propio juego como una industria en sí, solo ha comenzado a ser objeto de estudio en las últimas décadas. Unos estudios que, a mi juicio, deben ser tenidos muy en cuenta por todos los que se interesen por el diseño de juegos; están en auge, son cada vez más accesibles en escuelas y universidades y existe ya un repositorio de publicaciones muy importante.
Estos estudios abarcan muchos aspectos, pero pienso que se podrían resumir en tres líneas principalmente:
Pero ¿por qué?, ¿por qué este crecimiento? Es posible que te resulte obvio, para algunos de Perogrullo. Muchas respuestas al referirse a los videojuegos en particular podrían ser: "porque molan"; "porque la capacidad de los ordenadores es cada vez mayor, los juegos son mejores y flipo"; "porque vivimos en ciudades y no tenemos nada más que hacer"; "porque cada vez tenemos más tiempo de ocio" —¿de verdad?, ¿en serio?—; "por el auge de las redes, que lo posibilitan". Todas estas son respuestas que te puede decir cualquiera y que, ojo, en mayor o menor medida todas pueden ser válidas.
Pero ¿por qué de repente son tan importantes los juegos en nuestro tiempo? En realidad siempre lo han sido, pero ahora vivimos una fragmentación nunca vista. Del juego-deporte de masas o el juego de mesa diríamos que "nacional", como han sido el Ajedrez, el Dominó o las cartas, pasamos a una miríada de juegos de distintas clases y tipos. Decenas, centenas de estilos y filosofías que a su vez reúnen clases de jugadores muy diferentes, con distintas formas de entenderlos y, por supuesto, toda una nueva gama de conflictos con sus consiguientes guerras y guerrillas.
Pero aquí lo que nos interesa especialmente son los juegos de rol y de mesa, que de eso trata este blog y mi trabajo en él. Tratar el mundo del videojuego, aunque muy cercano y de algún modo imbricado con nuestra afición —más de lo que imaginamos—es un campo demasiado amplio. Por otra parte, aunque la apariencia de este texto pueda sugerir lo contrario, tampoco es que me apetezca meterme en teorías y zarandajas, que yo no tengo barba. Más bien lo que deseo es compartir aquí una serie de opiniones sobre el asunto que considero importantes.
Y a todo esto, ¿por qué hablar sobre ello?, ¿tiene tanta trascendencia? Como descubrirás, los cambios culturales de la era digital traen consigo nuevos comportamientos que posibilitan que el juego se transforme, crezca y encuentre una sociedad mucho más receptiva. Una que esté mucho más dispuesta a aceptarlos como una alternativa de ocio de la que alguna vez lo estuvo en el pasado. Un aspecto muy importante de esta era es que el individuo ya no deja ni dejará de jugar durante toda su etapa adulta, algo que sí sucedía en el pasado. Otros intereses comunes relacionados con el juego, como el gusto por los deportes-competición o los juegos de azar, no han tenido como objetivo necesariamente el jugar por jugar, así que quedan como un aspecto más del campo de estudio.
Esta resistencia a abandonar el juego supone un cambio muy significativo en la sociedad. Vivimos una época que expande la cultura del ocio —y de toda su industria— a límites nunca imaginados antes. Entender la sociedad en la que vivimos y la cultura digital en la que estamos inmersos puede ayudarnos a encontrar el mejor camino no solo para ofrecer la actividad como alternativa a la sociedad, sino quizás para plantear y diseñar mejores juegos.
Pero antes, y ya que en realidad tenemos todo el tiempo del mundo (sí en serio), me gustaría comentar algunos aspectos de los juegos que creo que tenemos tener claros y que me gustaría compartir. Puede que tú no necesites leer otra vez sobre todos los conceptos de los que voy a hablar, pero si algo he aprendido en todo el tiempo que tengo este blog es que nunca puedo dar nada por sentado. Además, la inmediatez de las redes sociales encuentra sosiego en los blogs, ¿verdad?
Y el fin último de todo juego es…
¿Cuál es el fin último de todo juego?, ¿ganar?, ¿matar el tiempo? Es curioso pero no todo el mundo lo tiene claro. Muchísima gente considera que el juego es una forma de pasar el tiempo, un pasatiempo, especialmente las viejas generaciones. También he conocido gente que en verdad sufre el juego, un juego cualquiera, un juego que en realidad odia, solo con tal de poder "ganar" y de paso, demostrar/se algo. Esto lo vi por ejemplo en el World of Warcraft haciendo raids, "incursiones". De modo similar pude captarlo jugando al mismísimo Advanced Dungeons & Dragons 2ª edición, donde algún jugador participaba solo con tal de poder pasar el rato con sus amigos o estar junto a su pareja. Es cierto, y no debería sorprenderte, dado el abanico tan amplio de, ¡ejem!, motivaciones que guían a los individuos. Esta afirmación se puede demostrar mediante encuestas, sondeos que no dejan de ser procesos de investigación sobre estos asuntos.
¿El objetivo de jugar un juego es entonces pasarlo bien? Sí, bueno, es una forma de decir que el objetivo final y común en todo juego es la búsqueda del placer (Salen y Zimmerman, 2003). Estoy muy de acuerdo con esta conclusión, que yo tomo como el fin último de todo juego para mi propio uso personal. Un objetivo que, además, es común a cualquier forma de juego, ya sea videojuego, juego de tablero o incluso juego y deporte. Si existe alguna otra motivación, como las citadas de ejemplo, creo que obedecen a una serie de motivos muy concretos y para lo que nos interesa hablar aquí podemos descartarlas.
Creo que es importante tener esto claro porque si con la excusa de haber encontrado un new media o nuevo medio de expresión nos olvidamos de algo tan obvio tenemos todas las papeletas para fracasar. Esto no resulta muy frecuente en los juegos de mesa, aunque en mi opinión va en aumento, algo más en los de rol —muy pocos—, pero sí en muchos videojuegos que, con un intento de explorar nuevas narrativas, olvidan su función principal que es entretener, divertirse uno vaya. Y es que aquí entra otro concepto de la Teoría de Juegos muy importante, y es la jugabilidad; un concepto que se puede aplicar además a cualquier forma de juego. Por tener una definición a mano, entenderemos la jugabilidad como la experiencia que tiene el jugador al jugar el juego, casi nada…
Ya me he encontrado con algunas propuestas de videojuego muy recientes, sobre todo en juegos independientes, que con el rollo hipster subido a la cabeza hacen de una experiencia lúdica un peñazo insufrible. Proyectos que, con pretensiones de construir una obra de arte hacen que me pregunte ¿pero es este el medio más adecuado para hacerlo? Algunos juegos de mesa mucho menos, pero también he encontrado alguno de tantos y tantos que han salido en la última década. Y no es que se trate de que el juego me pueda gustar más o menos, es que directamente, se olvidaron de la regla básica, que jugar el juego sea placentero.
Mal que le pese a alguno debido a las toneladas de nostalgia que alberga su corazón, en los primeros tiempos de los videojuegos, cuando teorías y diretes no estaban tan claros, el placer que se podía obtener de cada juego era poco menos que "dispar" (y estoy siendo muy amable). De un tiempo a esta parte, en la que cada vez leo más y más juegos de rol, muchos de ellos minijuegos, me voy encontrando también con esta disyuntiva. Estamos viviendo un periodo de experimentación y desarrollo, ni más ni menos, y así debemos asumirlo.
No falta quien parece extasiarse ante la posibilidad de ser el primero —y el único— en catar algo tan bien diferenciado, especial y único en su género y, por supuesto, de compartirlo en las redes sociales con vídeo incluido —junto con su horario de visitas al retrete—; algo que le haga sentirse fuera de la masa consumista, siempre tan inculta y seguidista. Pero a mí me da que aquí lo que hay es algún que otro motivo, mucho más personal. En fin, sigamos. Es posible por otra parte que toda esta complejidad críptica en algunos juegos sea uno de los objetivos de su autor, algo experimental (perfecto para mí) o muy personal que solo él puede entender. Lo comprendo pero, siempre en mi opinión, si uno antepone sus deseos de expresión a la fórmula básica es que está eligiendo mal el medio para lo que pretende; y si lo hace, pues que asuma entonces que no va a comunicar nada en absoluto porque, si no consigue hacerse entender, esa comunicación está fallando.
No son pocas las ocasiones en las que he comentado las posibilidades de los juegos, de todos los juegos, como formas de expresión, lo que hace mover la cabeza a algunos y bufar a otros. No importa. Pero, de tener alguna motivación en este sentido, es vital no olvidar nunca la primera norma. El fin último, el objetivo de todo juego es darles la oportunidad a sus jugadores de encontrar placer; después, "si eso", pues ya se pone uno a otras cosas. Y me gustaría que estas palabras no solo sean una recomendación al futuro para cualquiera que pueda encontrarlas útiles (bueno, quien sabe), sino también una nota personal para que a mí tampoco se me olvide. Por otro lado, hablar del poder expresivo de los juegos es un poco jugar con fuego, por lo que considero que hay que dejar esto muy claro.
Las reglas del juego
Si tienes unos conocimientos básicos de Teoría de Juegos sabrás que ese placer que se obtiene al jugar un juego, el que sea, se obtiene principalmente del reconocimiento y aprendizaje de sus patrones. Una vez estos patrones se asimilan y dominan, el juego comienza a aburrir (…al menos a la mayoría). Esto sucede por ejemplo con el Tres en Raya, y muy rápidamente además dado que sus patrones son muy simples.
"Todo juego tiene un conjunto de patrones, si no es así, no es un juego, es otra cosa" (la cita es mía). Precisamente, si algo caracteriza a los juegos de rol es que se puede decir que sus patrones son infinitos, o casi. De ahí que nos parezcan —a los que los amamos claro— un mundo lleno de posibilidades. En realidad infinitos, lo que se dice infinitos… no lo son, pues están limitados a lo que conocemos y somos capaces de desarrollar. Y mal que le pese a muchos, nuestras capacidades tienen sus límites; pues sí, lo siento.
Tener patrones implica tener reglas, las reglas del juego. Sobre este asunto hay todo tipo de opiniones: desde los que afirman que para disfrutar de un juego no hacen falta reglas (que al final siempre se terminan creando, aunque sean mínimas), hasta los que para encontrar placer en el juego necesitan de toda la complejidad que sean capaces de asimilar, y en muchos casos incluso de más, lo que ha conducido a crear juegos verdaderamente absurdos.
Huizinga, en su obra seminal Homo Ludens (1938), ¡el 38 del siglo XX, casi nada!, hablaba de un concepto que a mí me parece muy bonito, el del Círculo Mágico. El juego es y se hace posible dentro de unas fronteras que construimos en nuestra mente en las que el tiempo y el espacio lo separan de la realidad; para hacerlo nos valemos de sus reglas. Así pues, son las reglas del juego las que crean el círculo mágico. Y son sus reglas las que diferencian uno u otro juego. Esto, que parece tan obvio (no faltará quien lo diga por supuesto, nosotros siempre tan resabiados), en realidad a mí me ayuda a conducir todo este rollo a los conceptos de paideia y de ludus , Caillois (1962), que a su vez nos llevará a cómo se aprende con los juegos. Paciencia, ya llegaremos.
Es muy sencillo, paideia implica sin normas y ludos, con normas. En la larga tradición lúdica del ser humano (porque machacarle el cráneo al vecino de la cueva de al lado con un pedrusco también tiene su gracia) jugar sin normas, es decir paideia, se considera asociado al juego infantil, mientras el ludus es juego de adultos. Las normas del ludus implican socializar, poner límites, ganar o perder. La ausencia de reglas, teórica ojo, de paideia no asume que exista ni socialización ni presupone normas. En realidad sí que las hay casi siempre, aunque sean mínimas; vamos, que todo se va improvisando sobre la marcha. Desarrollar el juego en este segundo caso implica pues irlas creando, poco a poco, pero creándolas al fin y al cabo aunque, eso sí, la ausencia de reglas no tiene por qué estar relacionado con ganar o perder.
Si tienes hijos o tienes cierta familiaridad con ellos seguro que te habrás dado cuenta de cómo a medida que va creciendo el juego en el niño se va haciendo cada vez más sofisticado. Al principio es una improvisación constante (orientada a la exploración), sin reglas, que se va enriqueciendo poco a poco con múltiples patrones; lento pero seguro. En su juego no hay necesariamente un ganador, se juega por jugar, por divertirse, es decir, por sentir placer. Gracias a este placer el niño explora y aprende. La no obligatoriedad de que existan ganadores o perdedores también se aplica al juego con normas por supuesto, faltaría más. Aunque te sorprendería la cantidad de personas que no conciben un juego sin que exista un ganador.
Pero las reglas del juego traen otra posibilidad la mar de interesante: el poder saltarse las reglas de modo que podamos jugar con las normas. Y de esto no solo es posible aprender, sino desarrollar todo un corpus teórico y terminar haciendo juegos con ello. Por ejemplo, la negociación con el director en los juegos de rol es un buen ejemplo de este tercer uso entre el juego con o sin normas, hacer trampas, aunque ello esté contemplado en el reglamento. Y es precisamente esta posibilidad la que hace tan interesante para muchos poder modificar videojuegos, juegos de rol y hasta juegos de mesa, y la principal razón por la que se forman las comunidades alrededor de muchos juegos. Un reflejo de una nueva forma de entender las producciones culturales, esto es, una cultura de la participación, que es lo que de verdad nos ha traído la cultura digital que vivimos hoy en día, y una de sus características más importantes.
Así pues, si queremos utilizar los juegos como una forma de enseñar, son sus reglas y los usos que hagamos de ellas las herramientas que nos permitirán usar los juegos tanto para expresar como para enseñar, permitiéndonos trazar la frontera que separa al niño del adulto con más facilidad. El juego sin reglas, a no ser que tenga un objetivo en sí, no nos va a aportar gran cosa.
Y si habiendo leído hasta aquí consideras que todo eso de inculcar normas, leyes y ataduras a la imaginación o la idiosincrasia de cualquiera, negando su condición de niño, etc., es que no has entendido ni una sola palabra de lo que he querido decir. Si es el caso te recomiendo hacer una relectura, aunque hacer algún comentario siempre es una buena idea, una de gran ayuda para mí además.
Pero sigamos. Ya sea videojuego, juego de tablero o juego de rol, jugarlo supone una interacción en mayor o menor medida entre unas normas e imaginar un mundo de ficción , Juul (2005).
Pues anda que en menudo fregado de incertidumbres y subjetividades nos hemos metido… Pero como ya me he extendido demasiado, todo esto seguirá en una próxima entrada. Así pues, continuará…
Edanna
15 de mayo de 2016
Bibliografía y referencias
— K.Salan; E. Zimmerman (2003). Rules of Play: game design fundamentals. Cambridge, London: Mit Press.
—J. Juul (2005). Half-Real. Games and Videogames between Real Rules and Fictional Worlds. Cambridge. Massachusetts: The MIT Press.
—Wizard of the Coast. Layers and player experiences. Estudio de juegos realizados por la compañía. Pendiente de confirmar la fuente.
—Ruth Pagès Parra, Jordi Alberich Pascual. Estética digital y media art. Universidad Oberta de Cataluña (UOC).
—Teoría de los juegos de rol. Wikipedia. https://es.wikipedia.org/wiki/Teor%C3%ADa_de_los_juegos_de_rol
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