A mí me gustaba recorrer siempre los caminos nuevos. Los senderos cubiertos de huellas blancas firmadas con la tinta invisible de los sueños. Los que tienen aroma a nuevo y a pan del que se hace al alba y se acepta con una sonrisa en los labios.
Pero los espinos me hirieron en la planta de los pies y no pude sino rodar. Alambre amargo teñido de púrpura. Más óxido para mis pájaros de la nueva Notre Dame.
Dejé los caminos. Dejé de soñar.
Ahora durante todas las horas sueño con cantarte al alba y hacerte el pan. Sueño con el camino blanco. Escucho en él tan solo el sonido del viento. Ya no escucho tu voz.
Había una vez un camino lejano que llegaba a un lugar que está muy, muy lejos. Pocos lo conocen. Conduce a un lugar distante.
Allí es donde todas las aves aprenden a cantar.
Encontré ese camino por azar, dejándome guiar tan solo por la dirección que tomaba mi bufanda caprichosa bailando al compás de la brisa. En él había una larga zanja, en ella, incluso perdí un zapato.
Para mi sorpresa era el único camino que, a través de enormes extensiones de vacío, conducía de nuevo a casa.
El sendero blanco es a veces imposible de recorrer con éxito. Te conduce dando vueltas y más vueltas, sin saberlo, por regiones remotas y distantes. No puedes saber hasta dónde llegarás mañana. Lo rodean tierras llenas de hombres enloquecidos que avanzan, o bien gritando o bien en silencio.
El sendero blanco es incierto, el sendero blanco es terrible si no se quiere. Es ni más ni menos lo que tú nunca esperas. Allí hay un camino blanco, que sólo tiene una ley:
Si lo abandonas te volverás loco.
Está en muchos sitios, pero encontrarlo es imposible si antes no te has perdido. Has de dar varias vueltas antes de dar con sus huellas. No tiene indicaciones, ni carteles, ni piedras de contraste.
Es hermoso, es terrible.
Es nada y es todas las cosas.
Pero lo más importante es que el camino blanco conduce al lugar distante del que parten todos los senderos pues, es esta la senda del mundo, centro de lo que existe.
En él se construye cada día el universo al salir el sol. Es el único lugar, el único que realmente vale la pena.
Es un lugar por el que vale la pena luchar.
Él te escucha si le hablas, pero no responderá inmediatamente pues es cruel y gusta de hacerse esperar. Es el único camino con el que puedes charlar mientras recorres sus pasos. Es un sendero que habla. Y es tan largo…, que ese detalle puede conseguir que no pierdas la razón durante tu peregrinaje.
Pero es posible que de vez en cuando debas creer en los milagros si quieres que te escuche, y si piensas que no enloquecerás en él.
Al final del blanco camino todo y nada espera, pues allí siempre aguardan todas las cosas jamás soñadas. Allí es donde aguarda lo que alguna vez tuvo significado. Todo por lo que vale la pena vivir.
Y nadie más en el mundo será capaz de encontrarlo, salvo tú.
Edanna, marzo de 2011
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