A las seis cuarenta y cinco de la tarde, puntualmente, Johannes apoya con cuidado la bicicleta sobre la hiedra que recubre la vieja casa en la calle de los Jacintos, donde vive la Sra. Rosa.
A pesar de las habladurías, pues la Sra. Rosa es viuda reciente, se entregan a su amor; que es lo único que importa. Entre suspiros, ella le susurra en más de una ocasión: «No te apartes jamás de mi lado…»
Y fue su amor tan intenso, que los tallos de la hiedra crecieron impulsados por los aleteos de miles de hojas, envolviendo la bicicleta de tal modo, que ya fue imposible arrancarla de aquel lugar de ninguna manera, pasando entonces a formar parte como elemento característico de la fachada; donde aún hoy te la puedes encontrar, si rebuscas bien entre la hiedra.
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