Se dice que la aparición de la isla no puede ser efecto de una acumulación de nubes porque se avista en aquellos días en los que el horizonte está mas claro y en que soplan los vientos favonios u occidentales.
Con cierta frecuencia nubes detenidas al Oeste-Nor-Oeste de El Hierro conforman una ilusión de gran veracidad aparente que no explicarían la uniformidad de sitio, figura y extensión repetidos en los relatos. Probablemente es un curioso efecto óptico también descrito en Reggio y Marsella. El rumor de las apariciones de esta isla es sin duda posterior al descubrimiento y conquista de Canarias.
Es constante que, desde principios del siglo XVI, la reputación de esta nueva isla aumentaba el juicio de los naturales y extranjeros. El portugués Luis Perdigón relata que el rey de Portugal había hecho merced a su padre si la descubriese.
Cuando se firmó la paz de Evora (4 de junio 1519) y la corona de Portugal cedió a la de Castilla su derecho a la conquista de las Canarias, se nombró entre ellas la «Non Trubada o Encubierta». Los dibujos hechos en diversas ocasiones por personas conocedoras de la zona, desde las islas cercanas eran similares. En 1526 Fernando de Troya y Fernando Alvarez, vecinos de Gran Canaria regresaron de una infructuosa búsqueda. Con posterioridad a su llega a Canarias en 1566, el doctor Hernán Pérez de Grado, primer regente de la real audiencia de Canarias encargó una averiguación a las justicias de La Palma, El Hierro y La Gomera. Como resultado obtuvo un informe de Alonso de Espinosa, gobernador de El Hierro describiendo el avistamiento al Nor-Oeste de esta isla y a sotavento de La Palma, donde se mencionaba a cien testigos. Tres portugueses de Setúbal, entre los cuales uno llamado Pedro Vello, era piloto y práctico en la navegación del Brasil, declararon haber desembarcado en la isla de San Borondón tras ser empujados por una tempestad. Observaron en la arena unas pisadas mayores al doble de las de un hombre normal, una cruz de madera y tres piedras en triángulo. Al desatarse repentinamente un huracán perdieron de vista la isla dejando a dos hombres abandonados en la espesura de la selva.
El inquisidor Pedro Ortiz de Funes recogió la declaración de Marcos Verde que regresando de la armada de Berbería arribó a una isla desconocida y tras explorarla, mientras se recogían en el navío les sorprendió un torbellino de viento de fuerza tal que fue preciso picar los cables y largarse tumultuariamente. De la Palma salió la expedición de Fernando de Villalobos, regidor y depositario general de la isla y 34 años después la del consumado piloto Gaspar Pérez de Acosta con el P.fray Lorenzo Pinedo, franciscano con una práctica sobresaliente en la marinería. Abreu y Galindo dejó escrita la conversación que tuvo con un aventurero francés que acababa de estar en San Borondón, que abandonó durante una tormenta, llegando a La Palma en una jornada. En 1721 Don Juan de Mur y Aguerre, capitán general de Canarias encarga al capitán Gaspar Domínguez una nueva expedición, el mismo capitán repetiría en otra ocasión en 1732 con los mismos resultados.
Relatos de Francisco Alcaforado sobre la expedición de 1420:
Acompañante de Juan González Zarco, refiere que habiendo llegado la pequeña escuadra a Puerto Santo, les aseguraron los portugueses, establecidos allí desde hacía dos años, como al Sud-Oeste de aquel horizonte se veían ciertas tinieblas impenetrables que se levantaban desde el mar hasta tocar con el cielo, sin notarse en ellas disminución, añadiendo que estas espesas sombras estaban defendidas de un ruido espantoso, cuya causa era oculta, y que no las consideraban sino como un abismo sin fondo o como la misma boca del infierno. Sin embargo, las personas que se imaginaban dotadas de más crítica sostenían que aquella era la célebre isla de Cipango, tan nombrada en los escritos de Marco Polo de Venecia, y que la Providencia se complacía en mantenerla oculta bajo aquel velo misterioso, por haberse retirado a ellas algunos obispos españoles y portugueses con muchos cristianos, a fin de evadirse de la opresión y esclavitud de los moros, así que no se podía lícitamente pretender examinar este alto secreto, supuesto que el cielo aún no había permitido precediesen a su descubrimiento aquellas señales previas que anunciaron aquellos profetas, hablando de este raro milagro. Lejos de intimidar al comandante estos vanos terrores, le determinaron a mirar aquellas sombras como unos indicantes infalibles de la tierra que solicitaba; con todo, quiso esperar hasta la luna nueva y, como no se percibiese todavía alteración en el pretendido fenómeno, empezaron todos los aventureros a penetrarse de un terror pánico tan vivo, que se hubiera malogrado la empresas si el comandante Zarco, firme en su determinación, no hubiese hecho ver que siendo aquélla, a lo que mostraban las apariencias, una isla cubierta de bosque, debía levantarse sobre ella una humedad constante que producía aquella eterna nube, objeto de sus temores y aprehensiones; el suceso confirmó la solidez de este dictamen.
San Borondón:
El nombre San Borondón, Brandón o Blandón deriva del abad San Brandón, Brandaón o Blandano, monje escocés que estuvo y predicó en ella después de la mitad del siglo sexto. Surio, compilando la vida de San Maclovio o Machutes, por otro nombre San Maló, que Sigeberto de Gembloux nos dejó escrita, refiere que aquel santo monje, en todo extraordinario, pensando abandonar su monasterio, donde empezaba a tener envidiosos, supo (o por revelación o por noticia de algunos marineros) que en el océano había ciertas islas extremadamente deliciosas y habitadas por infieles. Que, deseando disfrutar el sosiego de este retiro y promover la conversión de aquellas gentes, tomó la resolución de embarcarse en su solicitud, acompañado de su maestro San Brandón. Hacen referencia Sigeberto (Epistola ad Tietmarum abbatem) y San Antonino (Super II partem) que después de haber navegado los santos monjes mucho tiempo sin descubrir tierra, llegó el día de Pascua, y, como esta festividad excitase vivamente en sus ánimos la devoción y el deseo de celebrar los sagrados misterios con todo el cristiano equipaje, puestos en oración pedían a Dios la gracia de surgir en alguna tierra para tener en aquélla satisfacción; que el Señor oyó los votos de sus siervos y dispuso que en medio del mar apareciese repentinamente una isla, donde, sin pérdida de tiempo, desembarcaron. Que habiendo erigido luego un altar celebró San Maló el santo sacrificio de la misa y que después de haber distribuido la Eucaristía a los demás, volvieron a tomar embarcación y hacerse a la vela. Pero ¿Cuál no sería su asombro cuando conocieron que la que habían tenido por una verdadera isla no había sido, en realidad, sino una monstruosa ballena que desapareció al instante?
Texto sobre una expedición desde La Palma (1570):
… acordamos de yr a descubrir la ysla de Sant Borondón o otras qualquiera ysla que halláramos y porque este descrubrimiento lo hazemos en virtud de servicio de Dios Nuestro Señor y de su Magestad el Rey don Phillipe… para el dicho descubrimiento avemos fletado el navio de Miguel Perez, nombrado Sant Andres … e proveido el dicho navio de los fornecimientos mantenimientos nesçesarios y avemos acordado y acordamos (el) dicho Bachiller Melchor de Lugo aya de yr y vaya por sobrecargo y capitan en el dicho descubrimiento que así queremos hazer de dicha ysla y que en el dicho viage dicho y marineros y las demás personas que en el fueren ayan de obedecer y obedeceran a el dicho bachiller Melchor de Lugo en aquellas cosas y cassos que en el dicho viage se dan y esten a su horden y mando que si es necesario desde luego le damos poder y facultad quand bastante de derecho se requiere para que como tal capitan aya de seguir y siga el en el descubrimiento… conviene dexar gente en la dicha ysla para que si oviere gente en ella la puedan conquitar o se quedar para la yr descubriendo…
Texto completo: (www)odalsi.com/Borondon
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