Tengo una tierra en la cual nada crece, salvo destellos de lo que una vez pudo ser y no fue. Esto ocasiona que allí, el sabor de una arena dorada se mezcla en la miel de mi bebida. Aún, después de probarla infinidad de veces, no la reconozco.
Lo cierto es que no sé qué hacer con ella nada en absoluto.
En la Tierra de Isan Reese hace mucho tiempo que se dejó de contar todo cuanto se ha perdido. Allí van todas las cosas que no se desean, que no se quieran o que se anhela quitar de en medio.
Sus páramos están repletos de sueños innecesarios, aunque hay muchos más que son necesarios pero que nadie desea conservar; pues dicen los que conocen sobre estos asuntos que nadie sabe en realidad lo que quiere. Una gran verdad, tan común como una piedrecilla en la bota.
Son sus regiones lugares de tránsito llenos de recuerdos que gimen en todo momento, no importa qué hora o qué instante del día o de la noche. Aunque precisamente suceden, con mayor frecuencia, cuando es el momento más inoportuno. Y los momentos inoportunos, por observación empírica, tengo constancia de que suceden constantemente.
Cualquiera diría que es porque mantengo un talante negativo, lo cual, suele estar mal visto…
Es como cuando a alguno le toca pudrirse por culpa de la enfermedad y a los de alrededor les molesta, pues es algo de talante negativo. O que un lugar siendo completamente estúpido y en el cual no quieras permanecer más de dos latidos de corazón, te digan que en realidad es porque llevas, un talante negativo. No es culpa de que el maldito agujero sea pútrido, ¡sino de un problema de actitud…!
…Yo me pregunto si los desiertos de todos los mundos que existen en el universo son así porque mantienen, ¡un talante negativo…!
Pero espera…, ¿me estoy desviando del tema? ¿No?
La Tierra amarga de Isan Reese está libre de tales absurdas ataduras. Reina allí un sistema feudal, no dictaminado por nadie, donde cada cosa se ubica en su sitio correcto; siendo adecuado en la mayor parte de su recorrido el correcto orden de cada cosa. Hay excepciones, por supuesto, pero de nada sirve explicarlas; de la misma manera que de nada sirve explicar esta pequeña crónica pues para entenderla no basta con actitud…
…O ahora que lo pienso, sí que basta, porque estas Tierras son tan absurdas que su propia explicación sufre por ello de forma clara, tal y como se puede ver…
¿Entiendes?
Y es que, para estos parajes sí que no basta con la actitud correcta. Allí cada día hay que tomar todas las decisiones una y otra vez, una y otra vez, una…, y otra vez, y otra…, y otra vez…, repitiéndose…
La compasión no tiene un lugar allí; quizás no lo tenga en ninguna parte.
Las Tierras de Isan Reese están malditas y pertenecen a «Los Seres de Otoño». Todo aquel que se adentra se encuentra despojado de la voluntad de vivir, de respirar o de recordar para qué sirve el siguiente instante de sus vidas.
Las razones de ello se encuentran en la historia y tienen orígenes de complejo significado, que estudiaremos con calma cuando llegue el momento.
Pero has de saber que cada día, cuando sale el sol, las elecciones del día anterior son cosa del pasado. Es por tanto éste el preciso momento de elegir de nuevo, de empezar de nuevo.
Así, por tanto, cuando la noche queda atrás y todo cuanto una vez soñaste, pensaste y decidiste ha sido olvidado, deberás sentarte en alguna piedra, no demasiado incómoda, y repasar todas y cada una de tus elecciones teniendo mucho cuidado de no olvidar ninguna, no vayas a lamentarlo.
Sin embargo, siempre hay algo que lamentarás… Suele suceder.
Por esto, y por otras cosas, esta tierra es conocida por su sobrenombre, «Amarga y Cruel»; y obliga cada día a los viajeros a repasar sin dudarlo hasta la engañosa necesidad de si desean o no desean respirar, durante cuánto tiempo, y cuántas veces.
Aunque el problema de respirar por lo general es el menor de los problemas. No, normalmente no lo es.
Hay mucho que decir de estos parajes donde te encuentras de forma constante con lo que es en apariencia innecesario, con lo que es rechazado, lo que es apartado y con lo que, por supuesto, es olvidado.
Se podría denominar basurero, pero ¿en qué basurero te encuentras amantes despechados, niños envueltos en la amargura de no tener siquiera la oportunidad de tomar decisiones, o a un gatito en una caja de zapatos? No recuerdo ninguno ahora mismo…, aunque mi imaginación me temo no es lo suficientemente pródiga en bienes de intercambio. En cualquier caso no creo que lo recuerde pues, por lo general, este tipo de cosas no suceden en un sitio concreto…
Suceden en todas partes, a todas horas. Pero eso es otra cuestión ¿verdad?
Hay mucho más que decir sobre una tierra en la cual el deseo de transitarla ha de ser tenido en cuenta en cada instante. Sin embargo, no todo son aspectos que puedan o quieran alejar al visitante. Tiene sus bondades, y sus puntos de interés, pues el deseo de olvidar todo cuanto alguna vez deseamos es un sencillo instrumento, compás y violín de tañido breve en el cual resuenan los ecos del mundo a cada instante. Una suave sinfonía que sin ser armoniosa suele ser bastante escuchada en todas las esquinas del mundo.
Digamos que es, una cancioncilla popular.
Es allí hacia donde se dirigen muchas cosas y hacia donde se envían muchas otras, no siendo la misma cosa ambos conceptos.
Pero si sé una cosa. Es allí, en la tierra baldía y amarga de Isan Reese, donde yo encontré cuanto quiero, deseo y anhelo. Pues fue allí donde aprendí a apreciar lo que anhelaron todos los seres de este mundo y que tarde o temprano, consciente o inconscientemente y casi siempre de una manera emparentada, por desgracia, con la mediocridad, dejaron atrás.
Por tanto, y una vez más, podemos aprender algo en Dyss. Y es que, no siempre la hierba es más verde al otro lado de la colina.
Libro de Edanna
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