Amanece otro ―parcialmente nuboso― precioso día en América. Mientras, en las redes, un día más se discute por las cosas más peregrinas; demostrándose con la práctica que la Ley de Godwin es completamente cierta.
Mientras me tomo mis cereales me entero que las acciones de Netflix suben tanto que desbanca a la HBO en cuanto a servicio de contenidos vía Streaming. Lo que en términos económicos equivale a resultar aplastados cual sabandijas. Los tiempos cambian y lo lógico ahora es consumir aquello que nos dé la gana en el momento que nos dé la gana, sin que nadie tenga que decidir nuestra agenda. Así, por ocho dólares al mes no tenemos que andar recorriendo los suburbios de internet mientras vamos deteniendo con las tapas de los cubos de basura una publicidad inspirada en las pirañas. Amén de cientos de miles de malwares que intentarán por todos los medios pillarnos todas las claves que puedan antes de intentar matarnos.
Bien, como servicio lo conozco bastante bien (y eso que ni lo pago yo). La niña está enganchadísima a los cientos de series que, orientadas a púberes y adolescentes, pretenden orientarles contradiciéndose en todo momento los unos a los otros. Es una pena que en España aún no funcione como debiera, si es que no está funcionando ya que, sinceramente, no lo sé. Convencer a alguien de que pagar una irrisoria cantidad es poco más que justo por disponer de un servicio de calidad puede que sea otro asunto diferente, y en el cual no me apetece meterme. Un servicio que nos permite disponer de un amplio catálogo de contenido audiovisual. A su lado, la tele normal por cable o satélite parece cosa de la edad del bronce. A mí me da que pensar, pues lo que muchos soñamos hace años, se hace finalmente posible.
Para saber más sobre este servicio te recomiendo que visites la breve exposición que han hecho en ALT1040. ¿Por qué? Porque asuntos como Netflix constituyen el futuro hecho presente. Paraíso terrenal de las series y mi Lavondyss particular, en donde he asimilado con fruición ―además de muchas otras― todos los episodios de Breaking Bad, única serie non-friki de mis últimos tiempos, y que te recomiendo como una alternativa viable a Juego de Tronos. Reconozco que me ha gustado mucho aunque su desarrollo, te aviso, resulta algo lento para nuestros tiempos.
Como nota curiosa, la propia productora de la compañía de Streaming ha realizado una producción inspirada en la citada serie-favorita-friki del momento. Su nombre es: House of Cards. Una de las primeras series pensadas para ser emitidas mediante servicios de este tipo y no por la TV convencional. Eso significa que los pulsos del guión son diferentes, por lo que somos testigos de un nuevo cambio en los ritmos del lenguaje audiovisual.
Pero lo anecdótico es que yo ni quería escribir sobre Netflix ni sobre series de ninguna clase. El caso es que una cosa siempre nos lleva a otra, y a través del canal de noticias del servicio me encuentro con una entrevista a Pat Robertson, el ―aquí al menos― famoso maquillador de supermodelos triple “A”. Una entrevista que por poco provoca que mis cereales resultaran despedidos contra la pantalla.
Según sus palabras: “Dungeons & Dragons (y cualquier cosa relacionada con ello) es un juego de corrupción moral. Trata de personajes que deliberadamente entran en conflicto debido a la codicia. Es la representación del engaño y de la violencia…”
Y después añade:
“[…] Literalmente, destruye a las personas…”
De esta forma Pat Robertson, como autoridad moral, y desde su amplia experiencia adquirida en el reino de la banalidad, predica a una América ya aburrida de sí misma que desde hace tiempo padece un extraño síndrome. En éste, los católicos y los protestantes han olvidado ya qué significaban las palabras de sus libros más sagrados, incluyendo los de una hermosa constitución escrita por Masones. Si se enteran, les da un fatuto.
Vuelve a repetirse el círculo vicioso, y lo que nos sucedió en los 80 y los 90 vuelve a la carga en horas de máxima audiencia. La culpa siempre es de Dungeons & Dragons y de otros productos culturales. Aunque, por supuesto, nunca lo es del mundo donde otros productos de consumo tratan cada día de convencernos de que seremos más felices si compramos toneladas de basura que no necesitamos, pero que nos harán ser mejores que quienes nos rodean. Mientras, nos convencen de que siempre hay personas mejores y más bellas que nosotros, simples miembros de la clase obrera, diseñados para trabajar y así poder pagar impuestos regalándonos algo de Soma para aliviar las penas.
Poco puedo decir en realidad de sus palabras, salvo que no deja de ser una mera anécdota inofensiva que lo que provoca no es otra cosa que otro de los efectos más curiosos que se dan en la red, el famoso efecto Streisand que en España conocemos como efecto Bisbal. Así, las declaraciones del encubridor profesional de imperfecciones producen un reflujo de interés por el asunto. ¿Reaccionará Wizard o no quedará más que como una anécdota?
Con ustedes ha informado Edanna, desde un mundo que siente, padece y sueña siempre con lo inalcanzable.
Información Bitacoras.com…
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