Cuando terminé “Juegos desde tu tejado” quedé totalmente exhausto. El día siguiente transcurrió a lo largo de una extraña duerme-vigilia, como si una potente resaca celebrara su victoria por todo mi cuerpo. Fue como regresar de un viaje, un viaje extraño en el que estuve conviviendo con todos los personajes de la historia para finalmente, algo tristes y cabizbajos, ir todos a acompañarme en la despedida por mi partida. Permanecer junto a mí en aquel doloroso adiós; agitando el pañuelo, vertiendo lágrimas, diciendo hasta pronto; quizás, ya veremos, llama cuando llegues, te llamaré…en el dulce y largo mañana.

prerafaelista22.jpgAllí quedaron, en alguna sala de aeropuerto del reino de los sueños, con la mirada triste, pero felices de ahora sencillamente existir. Como viejos amigos que han compartido muchos momentos juntos. Una extraña tristeza. Una solemne melancolía de sensaciones positivas. Con la pena y la alegría de haber vivido una historia, escuchar como con un ruido seco, la tapa del libro se cierra. El misterioso placer de escribir al final: Fin.

Fue la delicia y el delirio siempre de la mano. Un viaje que espero repetir pronto. Las horas y horas de corrección, agotadoras, no tan largas como el proceso en sí de crear todo aquello, pero igual de fatigosas. Gracias Edith, por tu ayuda incansable y por todo tu sacrificio.

Mientras tanto algún pedazo escapa de su lomo. Lo demás espera su suerte. Lo mejor: que de la biblioteca de Lucien, donde se guardan todas las cosas jamás soñadas, donde se reúnen todos los libros que jamás se han escrito, ha desaparecido un volumen.

Y ahora lo tengo yo.

————————————————————————————

Con la niebla sobrevino un frío húmedo, que lo tiñó todo de una aguda inquietud. Ruggero suspiró, sintió un temblor mientras esperaba atento, dar la señal a su gente. Confiaba en su instinto y guardaba silencio interiormente, respetando el momento en que esa corazonada le haría tomar la decisión correcta. Cuando ese momento llegó, se dejó llevar.

Y todo comenzó.

Motas de luz danzaron entre la niebla sobre los presentes, que guardaron inmediatamente un silencio sepulcral tan solo salpicado por alguna risa nerviosa. Las luces surgieron de la nada, por medio de algún milagro pirotécnico o tecnológico de naturaleza desconocida. Una a una fueron surgiendo de diferentes puntos suspendidas en el aire frío, arrojando un halo neblinoso gracias a la bruma, que parecía sostenerlas de algún modo, y que les confería un aspecto sobrenatural, pero irremediablemente hermoso. Los pequeños destellos que acompañaron a las luces las hicieron realzarse aún más, como si la niebla en un momento concreto hubiese comenzado a burbujear.

Junto a las luces, se divisaron finas líneas trazadas sobre la bruma, como si una mano mágica sosteniendo un buril tallara la niebla trazando complicados grabados que recordaban a los esquemas misteriosos de un libro de ciencias arcanas. Así, en la oscuridad, el aire resplandeció con escrituras y motivos de una belleza hasta ahora desconocida, mientras las pequeñas luces fulguraban trazando un baile secreto en medio del silencio general.

De repente, de la nada surgió el poderoso dragón, que desafiante emergió para atravesar aquel velo ante todos, abalanzándose sobre ellos, haciéndolos retroceder y gritar de sorpresa. De su boca surgían llamas rojizas y amarillentas que chisporroteaban arrojando lluvias de chispas inofensivas pero terroríficamente espectaculares. Junto a él una corte de pequeños diablillos rodeados de una luz fantasmagórica formó un pequeño ejército a su alrededor.

Todos los espectadores retrocedieron.

Durante unos instantes los diablillos contemplaron burlones a la gente, mientras el dragón escudado por sus guardianes, volvía la cabeza de un lado a otro, estudiando a los presentes. Las motas de luz se fueron concentrando en torno a ellos, confiriéndoles una aureola de dominio absoluto. Danzando a su alrededor, revistiéndolos de poder sobre todas las cosas.

Se abalanzaron sobre el escaso público que nervioso e incluso asustado, retrocedió algunos pasos una vez más llegando incluso a darse la vuelta y correr un breve tramo para ponerse a salvo.

 

Edanna